Galicia y su dinámica inversora

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe CATEDRÁTICO EMÉRITO DE ECONOMÍA APLICADA. UNIVERSIDADE DE A CORUÑA

MERCADOS

MABEL RODRÍGUEZ

La inversión representa uno de los factores claves para determinar la salud económica de un territorio. Un estudio reciente sobre las cifras de inversión realizadas en las comunidades autónomas durante tres períodos desde 1995 permite evaluar el comportamiento de la economía en cada una de ellas. A Galicia todavía le queda camino por recorrer.

14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La inversión junto a la mano de obra, tecnología, accesibilidad y disponibilidad de recursos naturales y al papel que desempeñan las instituciones públicas constituyen los factores imprescindibles para el crecimiento económico de un país. Por tanto, proceder a analizar la inversión nos permite revelar el comportamiento de una economía, así como su especialización y productividad.

Recientemente, la Fundación del BBVA y el IVIE nos facilitaron las cifras de inversiones desplegadas en las comunidades autónomas en los últimos años. Los resultados muestran una gran diversidad, tanto en lo referente a los períodos históricos como en lo que atañe a la superficie y composición de las ratios de capitalización. A la luz de dicho estudio, tendríamos que, entre 1995-2008, primó la fuerte inversión en actividades inmobiliarias; durante el período 2008-2013, correspondiente a la gran recesión, la inversión global se relajó; y, finalmente, en el período 2014-2023, la inversión se contrajo y se reorientó hacia diferentes actividades. La investigación citada nos dice, asimismo, que las inversiones llevadas a cabo en España se han concentrado fundamentalmente en tres autonomías: Madrid, Cataluña y Andalucía, seguida de la Comunidad Valenciana.

Galicia muestra un comportamiento muy singular. El peso de la inversión efectuada en su territorio a lo largo del tercer período, el más reciente, disminuye respecto a los anteriores, situándose por debajo del 5 % del total español. Ocuparía el séptimo lugar de las comunidades entre los años 20014 y el 2023, atendiendo a la inversión territorializada. Ello pone de manifiesto que el esfuerzo inversor (inversión/PIB) se fue reduciendo a lo largo de esos años; o, dicho de otro modo, asistimos a una ralentización del esfuerzo inversor, aunque ello no implique un menor impulso a la capacidad productiva de la economía.

Concretando un poco más el análisis, dicho esfuerzo inversor alcanzó en la fase 1995-2008, un 26,1 %; en el 2009-2013, un 21,7 % y en el período reciente del 2014-2023, tan solo un 17,5 % del PIB. Esta caída es preocupante, como lo venimos manifestando constantemente, en la medida que otras comunidades autónomas apuntan a incrementos o la propia media española muestra una capacidad de recuperación mucho más notable que la nuestra (26,0 %; 20,2 % y 19,2 % del PIB).

Los cambios experimentados responden a las modificaciones en el aparato productivo; por lo tanto, atienden a la composición de las de los activos y de las ramas de actividad. Galicia revela, de nuevo, unas características propias. Sobresalen varios rasgos. Destaca el escaso peso de las inversiones inmobiliarias, tanto en el período del bum de las mismas (1995-2008), en donde su repercusión en Galicia ha sido baja (63,7 %) y por debajo de la media española (64,8 %); como en el tramo posterior, que continuó siendo más reducida. No obstante, a diferencia de las demás autonomías, la inversión residencial aumentó su participación en la fase reciente, situándose bastante por encima de la media española (61,2 % por 57,6 %, respectivamente).

Igualmente cabe mencionar, por su singularidad, la composición de las inversiones atendiendo a los sectores de actividad. En términos generales, las apuestas se llevan mayoritariamente a cabo en los servicios privados más que en los públicos. En Galicia, estos últimos han disminuido 4 puntos porcentuales en el período 2014-2023 respecto a los anteriores, situándose en el 14 % del total.

Si el examen lo efectuamos a partir de la desagregación de las actividades sectoriales sobresale la tendencia creciente de las inyecciones de capital en el campo industrial, que pasan de representar el 14,58 % en el período 1995-2008; al 21,06 % en el 2008-2014; y el 26,75 % en el 2014-2023. Finalmente, es llamativo el aumento de las inversiones canalizadas hacia el sector primario que se duplican entre el primer y segundo período con respecto al tercero y último; representando el 4 % del total; y, sobre todo, la aceleración de las asignaciones en el sector de la construcción, que en el intervalo del 2014-2023 se elevan hasta el 10 % del total, cuando en el ciclo anterior no llegaba a sobrepasar el 3 %.

Otra de forma de evaluar la inversión es hacer referencia al capital neto; o sea, el resultado de acumular las aportaciones realizadas a lo largo del tiempo y de las depreciaciones de los capitales existentes. Bajo este parámetro, podemos extraer nuevas conclusiones. De una parte, entre 1995-2008, Galicia registra una tasa de variación anual mayor del capital productivo que del capital neto para, después, en la gran recesión, presenciar una desaceleración del capital productivo; y registrar en el período 2014-2023 una tasa de variación de su capital productivo netamente superior al capital neto. Significan estos datos que ganan peso los activos potencialmente más productivos que han servido para visualizar las tasas de crecimiento de la economía gallega y su mayor acompasamiento a la evolución de la economía española.

Sin embargo, no podemos afirmar que la economía gallega lo sea altamente capitalizada. Las razones vienen definidas por tres ratios. El primero hace mención a las dotaciones de capital por habitante. Esta ratio está correlacionada con la renta per capita. Por tanto, Galicia no presenta un coeficiente elevado (ocupa la posición 14 de las comunidades autónomas) ni tampoco registra un aumento significativo entre 1995 y el 2023. La segunda ratio atañe a las relaciones capital/trabajo; o sea, a la comparación con los ocupados. De nuevo, Galicia no muestra un índice destacado (vuelve a ocupar la posición 14 entre las autonomías) a pesar de los avances a lo largo del período mencionado anteriormente, pero siempre bastante alejada de los promedios nacionales. Y la tercera ratio hace referencia a las dotaciones de capital neto por unidad de producto; es decir, el uso de capital por unidad de valor añadido generado. Este índice es la inversa de la productividad del capital; de esta manera, se asocia la eficiencia productiva con la capitalización. El índice de Galicia se mantiene en la posición 14 de las comunidades, mejorando muy poco a lo largo del ciclo 1995-2014, significando una baja productividad, a pesar de los incrementos de las inversiones, lo que hace realidad el concepto de la escasa capacidad para generar riqueza.

Un último apunte analiza los comportamientos inversores en los activos más intensivos en conocimientos (equipos TIC; I+D, y otros activos inmateriales). Su peso en el capital total de España es solo del 3,8 %; siendo las diferencias autonómicas muy notorias y asociándose con los niveles de renta. Galicia forma parte del grupo de autonomías que, estando por debajo de la renta media española, registra una inversión en estas actividades muy próximas a la media (3,55 % por 3,75 %), ocupando la sexta posición en el ránking nacional, tras Madrid, La Rioja, Cataluña, Navarra y País Vasco. Este indicador todavía no es lo suficientemente elevado para poder situarse dentro de lo que se puede considerar como un territorio innovador y creativo.

Corolario, a pesar de los esfuerzos inversores desplegados en los últimos años el impulso efectuado es insuficiente, todavía, de cara a una recuperación prolongada y que supere las actuales trampas del desarrollo para poder converger con los promedios nacionales. Queda un trecho bien largo; y solo se logra con apuestas realistas, confiables e integradoras.